«Mejor hecho que perfecto».
Es una frase de un gurú de los negocios online con el que hice un curso hace tiempo. Y aunque me cuesta, trato de aplicármelo cada día.
La primera cosa que cosí entera después de aprender a usar mi máquina de coser fue un vestido reversible para Lía.
No había visto un patrón en mi vida, no había hecho ni tan siquiera un cojín, pero encontré aquel patrón de vestido que parecía fácil y allá me lancé.
Era un patrón comercial, de esos que te descargas en pdf y vienen las instrucciones para coserlo. Y encima estaba en inglés. ¡Qué osada yo!
Pues me puse manos a la obra y me ocurrieron todas estas cosas:
- Como era la primera vez que veía un patrón no entendía nada. ¿Qué era eso del Grainline (rectohilo)? Ni idea pero no parecía muy importante.
- Tardé lo que no está escrito, entre traducir palabras del inglés y buscarlas luego en español: sobrehilar, rematar, pespuntear ¿¿¿comorrrr???
- A pesar de que era un patrón sencillísimo tuve que deshacer varias veces las costuras y volver a coser. Estuve a punto de tirar la toalla varias veces.
Pero, contra todo pronóstico, terminé el vestido reversible.
Seguramente la tela estaría mal cortada. Con total seguridad las costuras eran como la carretera de Asturias. Y recuerdo perfectamente que debí elegir mal la talla porque a mi niña le quedaba como un saco de patatas. Pero no importaba, porque lo había hecho yo, con mis propias manos y a Lía todo eso le daba igual. Estaba feliz con el vestido hecho por mami.
Ahora te voy a confesar algo que me da un poco de vergüenza, pero te lo quiero contar.
Hace unos años tuve la oportunidad de tener una tienda temporal junto con otras dos emprendedoras. En la tienda yo vendía mis telas y para decorar y mostrar lo que se puede hacer con ellas llevé varias cosas cosidas por mí. El vestido era una de ellas.
Pues bien, un día entró por la puerta una chica y le encantó el vestido. Me preguntó que cuánto costaba y yo, ni corta ni perezosa le dije 19€. Por supuesto no pensé que lo comprara pero lo hizo. ¡LO COMPRÓ! Lo compró con su tela mal cortada, sus costuras torcidas y sus miles de imperfecciones.
Yo no daba crédito pero ella estaba feliz porque las telas eran preciosas y se lo quería regalar a su hermana. Tengo que aclarar que como el vestido le quedaba un poco saco a mi hija, apenas se lo había puesto.
Cada día recibo varios formularios de los que tan amablemente me rellenáis cuando os dais de alta en la newsletter. Me encanta leerlos porque me ayuda a conoceros y a adaptar mis contenidos a lo que os puede ayudar más.
Y una y otra vez leo frases como:
«No consigo que las terminaciones me queden perfectas».
«Me gustaría saber la tensión exacta que se debe usar».
«Quiero tener soltura y seguridad para coser».
«Deseo que me quede una costura impecable».
¿No crees que nos estamos exigiendo demasiado a nosotras mismas? Y lo peor del perfeccionismo no es la frustración que produce. Lo peor es que en muchas ocasiones el perfeccionismo te paraliza.
Y esa es una de las razones por las que Isa y yo hemos decidido crear el Club de Costura. No queremos perfección, queremos acción y personas que aunque tienen miedo de meter la pata se lanzan.
Yo lo tengo súper claro: «hecho es mejor que perfecto». Y si sigues esta máxima, sin darte cuenta poco a poco te irás acercando a la perfección. ¿Qué piensas tú?
A continuación te dejo un vídeo en el que profundizo sobre el tema. Se trata de uno de los directos que hago en Facebook cada viernes a las 16, en LA HORA DEL TÉ. En él leí algunos de los problemas que me habéis planteado en el formulario para darles respuesta.
Te dejo varios enlaces aquí debajo en relación a todo esto que te he contado:
Siempre he sido muy perfeccionista con las cosas, y es cierto que en la costura he sido demasiado exigente conmigo misma. Pero es cierto que hecho es mejor que perfecto. Muchas gracias por la información, me ha venido genial 🙂
Me alegra mucho Luci de que te haya servido.